Barcelona, Chile y el Estado de Excepción.
- Enrique Baleriola
- 21 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Me sabe mal iniciar este blog "oficialmente" con este tema, pero creo que era más que necesario. Hace pocos días lo comenté en Facebook con el caso catalán y las palabras del Ministro (en funciones) de Justicia, entonces decía: "Estado de excepción. Toda vida se vuelve sacrificable en nombre del Estado, el país o la nación. Un estado de excepción normalizado mediante mecanismos como el del "autor intelectual": todos somos homines sacri en potencia".
Efectivamente, un estado que, mediante el dispositivo del "autor intelectual" puede acusar a cualquier ciudadano de ser responsable de una manifestación, reunión o cualquier acontecimiento; convierte en normal lo que es excepcional. Como diría Agamben en su famoso Homo Sacer, cualquier vida deviene sacrificable en potencia: cuando el estado mediante el aparato policial te señala, cualquier ciudadano es delincuente, salvo que se demuestre lo contrario. Mediante el estado de excepción, se crea un espacio-tiempo indeterminado (que en Francia es permanente desde hace tres años) en el que las garantías legales y constitucionales se suprimen, no siendo necesario ninguna premisa para ser detenido, acusado o disparado. Insisto en que lo relevante de esto es que el estado de excepción deviene normal, cada vez más frecuente; en pro de la seguridad del estado (que podemos discutir si coincide con la seguridad de la comunidad o la ciudadanía).
Así, encontramos Chile desde ayer, Barcelona desde la semana pasada, Francia desde hace tres años. Desde los chalecos amarillos a los pingüinos chilenos, pasando por los iaioflautas. Así, se invisibiliza el malestar de años, la desigualdad económica, el estrés y el burnout social, la precariedad que llevamos años viviendo; para (más inri) señalar al que se manifiesta, visibilizar los (irrisorios) daños materiales, acusar a la víctima de sus actos.
Una de mis frases favoritas de Foucault siempre ha sido: donde hay poder, hay resistencia. No hay estado de excepción normalizado sin eventos que excepcionalicen los acontecimientos. No hay máquina de guerra sin su contraparte nomádica, que continuamente se fuga de ser atrapada. No hay España sin Catalunya, no hay Chile sin su pueblo. En definitiva, no hay estado sin esa no-relación con la sociedad que, siendo la otra cara de la misma moneda, siempre escapan a ser prehendidos, a ser tomados. Y como diría Thanos: “Somos inevitables”.
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