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  • Foto del escritorEnrique Baleriola

El Joker, Greta Thumberg y el Matapacos: ¿Qué puede un pueblo?

Hace unos días escribí aquí acerca de la pregunta sobre quién estaba detrás del movimiento de los 30 pesos. Me equivoqué, pero fue una de esas benditas equivocaciones, sin lamento. En aquel texto advertía (o más bien, temía) sobre la preocupación de que esta revolución fuese capturada por alguna máquina de guerra (partido político, institución, universidad...). Y me equivoqué. No fue así y por eso mismo ha tenido éxito. Creo que lo que más me ha asombrado en estos días ha sido la capacidad de la gente para haberse articulado desde lo molecular, desde su cuerpo sin órganos, sin haberse dejado atrapar por banderas, signos o identidades. Cuánto tenemos que aprender los del "primer mundo", los que "tenemos Historia".


Ese desaferro siempre será inacotable. Inexplicable. Lleno de multiplicidad. No narrable, tan solo vivible. Y el que trate de decir lo contrario estará imponiendo su historiografía cargada de poder e intenciones. La única forma que se me ocurre de contar lo que aquí ocurrió a un extranjero o un alien pasa por puntear o bordear algunos de sus puntos de fuga: el Joker, Greta Thumberg y el Matapacos bajo la pregunta spinozista: ¿Qué puede un pueblo?


Si algo ha demostrado este movimiento, es que hay que desaferrarse. Hay que sentir, dejarse atrapar más por los flujos de deseo, por lo desterritorializado. Está demostrado que un pueblo puede muertes, vulneraciones, injusticias inolvidables e imperdonables, lamentos, miedos y preocupaciones. Todas ellas sufridas directamente por los que son más valientes que yo y se han posicionado en primera fila mientras yo me escondía en la trinchera de la Academia. Gracias.


Como decía, hay que desaferrarse. Desaferrarse de la tranquilidad de la posición de poder y del privilegio, de la diferencia de altura en la jerarquía. Chile es un país que puede de todo: desde la retirada de un dictador por el plebiscito de su pueblo, hasta ser uno de los países más desiguales y que en un mes haya conseguido unir a la gran mayoría de sus ciudadanos para poner fin a los fantasmas aún vivientes de aquel periodo dictatorial. Como el último Joker, lo más interesante no ha sido lo estético, lo visible (o lo enunciable), sino la sensación de guata, la angustia en la risa, la alegría desesperanzada; en medio de un caos y una violencia traumática, de la que no habrá fin pues de lo contrario no sería el Joker de Gotham City. Manifestaciones con niños sufriendo lacrimógenas, personas perdiendo sus ojos, toque de queda, cacerolazos incansables... las moléculas jokerianas de Chile bailando al ritmo de la ciudad.


La segunda línea de fuga podría ser Greta Thumberg. Imagen visible, imagen estratificada pero a la vez desterritorializada a cada instante. El ícono que pudo ser en Chile y no fue (por la suspensión de la COP25) y que marcha al "primer mundo" en España. Poco le importa Chile, pero a Chile le importó su vía de desterritorialización en la ecología. Una ecología que va más allá del cuidado del medio ambiente y del clima, un eco-logos, un estudio de la casa en la que todos nos tenemos que poner de acuerdo, conversar pero sobre todo escuchar (en el sentido de Latour o Stengers). Quién iba a decir hace un mes que este flujo molecular nos iba a llevar a una ecología de una nueva constitución en lugar de a una ecología de los humos, la temperatura y el derretimiento del hielo.


Por último, el Matapacos. El reconocimiento necesario y justo de los no-humanos como parte indispensable de esta nueva ecología chilena que hoy empieza. Matapacos como mediador de les niñes mutilados, violados, matados, vulnerados que comenzaron todo esto. Matapacos como un espíritu, como un posicionamiento, como un devenir. La postura del cínico del siglo XXI. Del Idiota deleuziano. Del Bartleby moderno. Siendo todos y siendo nadie. Siempre evadiendo. Siempre "preferiría que no".


¿Qué puede un pueblo? Devenir joker, ecología thumbergiana, espíritu matapacos. Y nada menos.


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